A lo largo de toda la región andina de Sudamérica hay una falta de estadísticas e información oficiales confiables sobre las poblaciones indígenas y afrodescendientes. Al no haber información precisa acerca del número, ubicación y demografía de estas poblaciones, son literalmente invisibles—y por lo tanto no se tienen en cuenta en la mayoría de las decisiones sobre políticas públicas que repercuten en sus vidas.
Afortunadamente, los próximos censos—más adelante este año en Colombia, y el año que viene en Perú—ofrecen oportunidades de cambio. Los esfuerzos para mejorarlos, que incluyen un lenguaje más accesible en los cuestionarios y nuevas preguntas sobre cómo los encuestados se autoidentifican (junto con una mayor conciencia de la importancia de la autoidentificación tanto por parte de las poblaciones encuestadas como de las agencias que llevan a cabo las encuestas) pueden contribuir a garantizar que todas las personas sean rigurosamente contadas. Si bien esto puede parecer un paso básico, no cabe exagerar su importancia. Un censo inclusivo contribuiría mucho a visibilizar más a las poblaciones afrodescendientes e indígenas, y ayudaría a impulsar políticas que realmente atiendan a sus necesidades.
Un panorama incompleto de la población
Hasta ahora, los censos no han logrado reflejar la realidad demográfica. Tanto en Colombia como en Perú, una discriminación antigua y arraigada en la cultura ha contribuido a graves subestimaciones en el conteo. En Perú, los censos no han incluido preguntas acerca de los afrodescendientes, y no han reconocido la autoidentificación de los encuestados. En Colombia se han hecho esas preguntas, pero los resultados muestran que no basta con realizar las preguntas: un lenguaje deficiente y una representación geográfica inadecuada han permitido que se subestimen significativamente los números. Otro obstáculo es que algunas comunidades ocupan zonas remotas y es difícil llegar a ellas—especialmente con recursos limitados y una falta general de voluntad para realizar un conteo detallado (por no hablar del fracaso en incluir a estas comunidades en el proceso de planificación del censo en primer lugar.
Si un censo no representa con precisión a todas las poblaciones, es una herramienta ineficaz. En estos países, los datos imprecisos han derivado en un panorama incompleto de la población, con lo que las agencias gubernamentales no han contado con la información que necesitan para tomar decisiones responsables. El censo más reciente de Colombia, en 2005, informó que los afrodescendientes constituyen el 10 por ciento de la población. Sin embargo, los expertos estiman que la cifra está más cerca del 20 por ciento. En Perú, el censo nacional nunca ha medido oficialmente el número de afrodescendientes.
A las poblaciones indígenas no les ha ido mejor. Omitir del censo a estas poblaciones que ya se encuentran amenazadas incrementa el riesgo de que desaparezcan. Si bien el Comité para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial ha emitido recomendaciones sobre cómo elaborar un censo de modo que capte de forma precisa a poblaciones tradicionalmente omitidas o ignoradas, las estadísticas oficiales en Perú no las han seguido. Como resultado, los pueblos indígenas del país han sido considerablemente subestimados en el conteo.
Crear un censo verdaderamente representativo
En parte gracias a la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas y el Convenio 169 sobre pueblos indígenas y tribales, ciertos grupos que han sido excluidos en base a su raza u origen étnico están ganando visibilidad, y hemos visto a más gobiernos comprometerse a contarlos y proteger sus derechos. De hecho, otros países en Latinoamérica ya han logrado que sus censos sean más inclusivos en relación al origen étnico. Hoy en día, los nuevos gobiernos en Colombia y Perú tienen agendas políticas relativamente más abiertas a los pueblos indígenas y afrodescendientes, lo que crea una posible vía para el diálogo y el cambio. Y estas comunidades están alzando sus voces y exigiendo su derecho a ser escuchadas y contadas, haciéndose oír especialmente cuando se enfrentan a los grandes proyectos mineros, de energía y de infraestructura que amenazan sus tierras.
Por primera vez, varias organizaciones indígenas y afrodescendientes en Perú y Colombia han aunado esfuerzos y están trabajando estrechamente con los organismos nacionales de estadísticas para mejorar el diseño y planificación del censo, y para garantizar que las poblaciones étnicas puedan participar. Esta colaboración sin precedentes incluye todo tipo de cuestiones, desde volver a escribir las preguntas del censo a obtener financiamiento, coordinar con las comunidades locales, asegurarse de que los encuestadores han sido adecuadamente capacitados, y diseñar campañas de educación pública que generen conciencia del censo y expliquen cómo participar.
Como resultado de estos esfuerzos diversos e intensivos, confiamos en que los próximos censos serán más inclusivos. Ya es hora de que se reconozca que todas las personas de nuestra región cuentan—y, por extensión, deben ser contadas.